#ElDesahogadero
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Carta a Karina
Karina, amiga del alma:
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¡Te recuerdo y te extraño! Éramos sólo dos niñas más en el pueblo, compartiendo la calle en la que salíamos a jugar en el recreo del Liceo Saldaña, saltábamos y cantábamos el chicle americano, algunas veces compartimos lonchera y regaños de la profesora Elicenia. Por lo general estábamos más cerca porque teníamos casi la misma estatura, así que tanto en la formación como en la ubicación de los pupitres fuimos vecinas, hicimos tareas juntas aunque tú vivías al otro lado del río y yo en la zona céntrica frente a la iglesia. Recuerdo un bazar del colegio antes de terminar el quinto grado: estábamos juntas esperando que algún chico nos invitará a bailar, hasta que por fin un chico te invitó a bailar; yo no tuve esa suerte. Teníamos apenas diez años.
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Terminamos el quinto grado y fuimos a colegios distintos para estudiar el bachillerato, pero alguien me contó que en tu casa te habían pedido repetir el quinto. Con el tiempo nos cruzábamos en el camino a nuestros colegios y nos saludábamos. Supe que tenías un novio, nunca lo conocí, sólo lo vi alguna vez de reojo, conocido tal vez de alguno de mis amigos que estudiaban en el Guamo.
El tiempo pasó y terminamos el bachillerato. Ese mismo año fuiste la Reina del Festival del Arroz. Te veías bellísima. Aún guardo esa imagen en mi recuerdo, tu felicidad era innegable. Me fui a la universidad pero nos cruzábamos en algún diciembre para las fiestas del pueblo y charlábamos en la acera frente a la tienda naturista de la señora Graciela. Me heredaste a una de tus más cercanas compinches que con el tiempo se convirtió en mi mejor amiga; ella te envía saludos, recuerda “tú sencillez, berraquera y alegría”.
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La última vez que compartimos un buen tiempo fue en mi casa en Bogotá. Mi hija ya tenía más de un año y el tuyo venía en camino. La última vez que nos vimos en Saldaña fue el último día de diciembre antes de que aquel hombre te arrebatara la vida de forma predeterminada y con toda su malicia. Cuesta tanto creerlo, aún después de tantos años; tenías tantos proyectos, tantos sueños, montar aquel negocio y lograr aquella fuente económica que deseabas para sacar a tu hijo adelante. Todavía tengo en mi memoria tu sonrisa y tu tono suave diciéndome: ¡hola angélica!, el cual me ha retumbado en mi mente durante todos estos años.
Unos años antes, en el 2002 ya había ocurrido otro suceso: existía otra Karina en Chile. Era una joven con mucho menos edad que tú pero con tu mismo nombre.
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¿Sabes que le pasó? Un hombre la violó y la asesinó, aunque este no era el padre su hijo, ni el amor de su vida, pero fue un hombre que se sintió su dueño y con poder sobre ella, tanto como para violentarla sexualmente y quitarle su vida.
¿Sabes Karina? Ese mismo año de tu partida salió una ley en Colombia, la Ley 1257 sancionada el 4 de diciembre del 2008. En esa ley se reconoce por primera vez las violencias contra las mujeres y se tipifican los delitos contra las mujeres en Colombia. Si yo le hubiera dado nombre a esa Ley tal vez llamaría Karina, pero son tantas y tantos nombres de mujeres que son violentadas verbal, psicológica, económica, sexual, física y simbólicamente en nuestro país que al final es mejor que sea una ley sin nombre, la ley de ellas, la ley de nosotras, la ley de Todas. Es tan letal pero invisible el tema que en ese mismo año los informes revelaban que en el mundo 3 de 4 mujeres habían sufrido algún tipo de estas violencias.
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Hace muchos años he venido con la idea de escribirte, pero debo confesar mi cobardía, atrapada en el dolor y la tristeza. He visto a tu madre en estos últimos años y sé que está bien, igual que tu hijo. Como sucede siempre en estos casos, no tuvimos chance de despedirnos; me entere de tú partida por los periódicos, esos diarios amarillistas que sacan titulares que justifican a los victimarios y re victimizan o culpan a las víctimas; esos mismos que quieren sacar el primer plano de la mujer desfigurada con tal de vender más su porquería.
Lo único que me da consuelo es que el movimiento que nos defiende ha venido avanzando. Para la muestra, este 25 de noviembre más mujeres en el mundo se sumaron a la lucha feminista en el Día Internacional para la Eliminación de todas las violencias contra las Mujeres.
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Porque nos duele cada hermana asesinada en manos de un hombre, cada mujer violentada, cada asecho en perjuicio suyo; nos duele vivir en sociedades inseguras para las niñas y para las mujeres, en donde te siguen llamando niña aunque tengas cuarenta, te siguen chiflando en la calle cuando pasas, y te da miedo caminar en la noche, porque las calles no son para las mujeres, aunque tampoco la casa es segura para ninguna de nosotras.
Dejaste un legado, dejaste huellas de tu paso por esta tierra, nos dejaste tu sonrisa, tu sencillez y la transparencia que te caracterizó. Ahora depende de quienes seguimos en este mundo el seguir luchando por #NiunaMenos #NiunaMás: humillada,vilipendiada, raptada, violentada, asesinada.
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Buscaremos en tu nombre y el de todas las víctimas un mundo más justo para que las futuras generaciones de niñas y mujeres no vivan estos flagelos, los mismos que condujeron a tu feminicidio.
Te abrazo en estos tiempos de pandemia de forma espiritual. Envío al cosmos mi agradecimiento por tu vida, por quien fuiste y por el amor infinito que nos entregaste en tu corta vida, aunque la sociedad misógina y machista que te vio asesinar no lo merezca.
Abrazos hasta el más allá.
Con afecto siempre tu amiga
Angélica Rodríguez


